La semana pasada os hablábamos de Chat GPT y su integración en el mundo de la educación.

Esta semana hablamos de CHAT GPT en las instituciones públicas.

En los últimos meses, varios ayuntamientos españoles han empezado a usar ChatGPT y otras inteligencias artificiales para hacer tareas de oficina. Por ejemplo: redactar informes, responder consultas, resumir documentos o preparar borradores de actas.

Lo bueno

• Ahorro de tiempo: se calcula que en algunas oficinas municipales los empleados ahorran hasta un 20 % del tiempo en papeleo.

• Más agilidad: un texto que antes podía tardar horas en escribirse, ahora se genera en minutos.

• Menos burocracia: en teoría, los ciudadanos recibirán respuestas más rápidas.

Lo malo

• Falta de control: se está usando la IA “a lo loco”, sin normas claras, sin formación y sin supervisión.

• Privacidad en riesgo: si un funcionario mete en ChatGPT un documento con datos personales, esa información podría salir de la administración y acabar en servidores externos.

• Dependencia tecnológica: si un ayuntamiento se acostumbra demasiado a la IA, puede volverse incapaz de trabajar sin ella.

El debate

La pregunta no es si la IA ayuda —porque claramente ayuda—, sino cómo se está usando. Si no se establecen límites ni protocolos, la rapidez de hoy puede ser el problema de mañana: fugas de datos, errores en informes oficiales o decisiones tomadas por sistemas que nadie entiende del todo.

En resumen

La inteligencia artificial está llegando a los ayuntamientos españoles casi sin que nos demos cuenta. Por ahora parece un ahorro de tiempo y dinero, pero también abre un melón peligroso: ¿queremos que las máquinas hagan parte del trabajo público sin un control humano serio?