La inteligencia artificial (IA) vive uno de sus momentos más intensos. Empresas, gobiernos e inversores están apostando miles de millones en modelos, chips, nubes y aplicaciones basadas en IA. Sin embargo, cada vez más voces advierten que podríamos estar ante una burbuja tecnológica, parecida a la de las “punto com” de finales de los 90.

Creimiento desmesurado

En los últimos dos años, el valor bursátil de empresas vinculadas a la IA —como Nvidia, Microsoft o OpenAI— se ha disparado. Los fondos de inversión inyectan dinero en startups que, muchas veces, aún no tienen productos viables o ingresos reales. Según el FMI y varios analistas, este entusiasmo puede estar “desconectado” de los resultados que la IA puede ofrecer a corto plazo.

Costes y límites reales

El desarrollo y mantenimiento de sistemas de IA es extremadamente caro. Los centros de datos consumen grandes cantidades de energía y requieren infraestructuras costosas. Bain & Company estima que para 2030 se necesitarán 2 billones de dólares anuales adicionales solo para sostener la demanda de potencia de cálculo. Además, muchas empresas que integran IA en sus servicios aún no logran rentabilizar esa inversión.

Señales de posible burbuja

Hay varios indicadores típicos de una burbuja:

  • – Inversión excesiva en sectores sin beneficios claros.
  • – Valoraciones infladas de empresas que apenas generan ingresos.
  • – Expectativas irreales, como la idea de que la IA resolverá todos los problemas económicos o sociales.
  • – Efecto moda: empresas que mencionan “IA” para atraer inversores o clientes, aunque su uso sea mínimo.

Pero no todo es humo

A diferencia de otras burbujas, la IA sí tiene una base tecnológica sólida. Está transformando sectores como la medicina, la educación, el transporte o la creación de contenidos. Es probable que, si la burbuja actual estalla, muchas empresas caigan, pero la tecnología seguirá avanzando, igual que ocurrió tras el estallido de Internet en 2000.

Sí, hay signos claros de una burbuja especulativa en torno a la IA, alimentada por la euforia inversora. Pero también hay un cambio estructural real en marcha. El reto será distinguir entre el ruido financiero y el verdadero valor que la inteligencia artificial puede aportar a la sociedad.